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Manuel Vilas. Los inmortales.

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Manuel Vilas, Los inmortales

Buscando reseñas de este libro por la red constato que Manuel Vilas es un escritor que no deja indiferente a nadie, algo que no es sorprendente dada su originalidad. Así en la medicina de Tongoy no gusta:Los inmortales, a Malherido sí: Los inmortales, en la tormenta se descuelgan con una crítica tan amable como extensa: Los inmortales y buscando un poco encuentro una opinión de sí pero no:Los inmortales. En este caso estoy con Malherido, me gusta Manuel VIlas, aunque no todo, sí la mayor parte.

Novela no es, son relatos con parecida inspiración, inmortales volviendo a pasear por la tierra. Así Cervantes comienza con una buena juerga por las Canarias, Stalin se le aparece como si fuera la virgen a un pobre psicótico, Picasso y Van Gogh tendrán que vengar a unas gordas a lo Sin Perdón de Clint Eastwood e incluso el propio Vilas, como escritor ya famoso, tiene una conversación trascendente.

Espíritu festivo y lúdico y buena prosa. Entiendo que si no te hace gracia no te guste, como pasa con esos humoristas que no nos arrancan ni una sonrisa. En mi caso he disfrutado como un gorrino y meto a Vilas directo entre mis escritores de cabecera.

Calificación: Muy bueno.

Extracto:

Sí, soy yo, sí, soy yo, el gran padre de los comunistas españoles, orillados por España, preocupado hasta por el último comunista de sangre española. Soy yo, tu gran padre, el comandante de la realidad, el único hombre bueno de todo el siglo XX. Es una preciosa noche madrileña. Sabes, hubiera agradecido que en España se hubieran acordado de que fui yo el que recogí y auxilié a miles de españoles. Se hubieran muerto de hambre sin mí. Entre ellos, tu abuelo y tu padre. Nadie es completamente malo ni completamente bueno. La ingratitud es contrarrevolucionaria. Qué noche tan maravillosa, qué esplendor en el aire, qué bonita es España, y cuántos comunistas supo dar, entregar a la gran revolución permanente. España dio al mundo comunistas feroces. Me fascinaron siempre los comunistas españoles. Eran especiales. Sin revolución el hombre es nada. Nos igualamos a los astros, al Universo, cuando somos capaces de destruir y refundar.
Stalin se levantó de la silla y fue hasta el minibar de la habitación. Abrió la puerta y se sacó dos botellines de vodka. Se quedó mirando a Manuela. Volvió a la terraza. Bebió un botellín de vodka.
—Tiene gracia esa Manuela. Es guapa. Tiene pene y pechos. Eso está bien, un avance materialista. Los futuros comunistas serán hombre y mujer al mismo tiempo, para que no sufran. Yo también tengo de todo, y más cosas, muchas cosas que no puedes ni imaginar. Hay que tener de todo.
—¿Dónde está usted ahora?
—En el Paraíso de los Comunistas Verdaderos, un lugar puro, donde toda alienación ha sucumbido. Soy conciencia sobre el Universo. Conciencia roja. Conciencia revolucionaria. Estrella roja sobre la materia. Estoy aquí mismo, en esta terraza. Para mí no es una terraza sino un paraíso colectivo. Hemos colectivizado el Paraíso. Las grandes colectivizaciones del Cielo y del Paraíso fueron los mayores espectáculos del futuro. Me he desplazado hacia el futuro. Soy conciencia comunista de naturaleza inmortal. En el futuro en el que estoy todo Madrid es un museo arqueológico con paraísos inalienables. El sistema solar está agonizando. Lo hemos carbonizado. Hicimos estallar bombas atómicas en todos los planetas, porque los planetas eran conservadores y reaccionarios. Había que vencer sobre la nada. La nada es reaccionaria. Estábamos aburridos y decidimos dinamitar el sistema solar, a ver si salía alguien en su defensa, algún terrateniente del Universo, algún explotador general, algún enemigo de clase a escala cósmica.


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